Niche, un restaurante de alta cocina en el primer piso del Hotel Acacia en Condado, solía ser un lugar de ensueño antes de que la pandemia sacudiera el mundo culinario. Bajo la dirección del Chef David Chaymol, Niche había ganado una gran cantidad de seguidores desde su inicio en septiembre de 2015. Sin embargo, como muchos otros, el restaurante sucumbió a los desafíos de la pandemia, lo que llevó a su cierre en marzo de 2020.
La trayectoria pospandémica del Chef Chaymol tomó un giro interesante cuando se aventuró en una exitosa experiencia culinaria en el hogar, ofreciendo comidas gourmet completas con decoración, personal de servicio, música y bebidas. Esta alternativa culinaria cosechó críticas entusiastas de los comensales, incluyéndome a mí. Pero no es ese el tópico que me interesa desarrollar. Volvamos a Niche… ahora bajo la dirección del Chef Carlos Morales, que reabrió sus puertas hace tres meses. Carlos, que es boricua, ocupaba el cargo de sous chef durante la época original de Niche.
Al entrar en el nuevo Niche, es como si el tiempo se hubiera detenido y nos hubieran transportado de nuevo a principios de 2020, cuando la parte más desafiante de cenar en este restaurante era conseguir una reserva en su espacio diminuto. Niche luce idéntico a como era antes de la pandemia y sigue evocando romance e intimidad, con solo siete mesas y una cautivadora barra.
Lamentablemente, en la noche de nuestra visita, el aire acondicionado se averió, lo que hizo que la experiencia fuera un poco menos cómoda. Para contrarrestar el calor, nos deleitamos con cócteles preparados por el mixólogo detrás de la barra. Yo opté por el Spiced Paloma, una deliciosa mezcla de tequila, jarabe de habanero, jugo de toronja y jugo de lima. Después, examinamos la breve pero cuidadosamente elegida lista de vinos y optamos por el Roda Reserva 2019, que demostró ser una elección sobresaliente con un precio razonable.
El menú presentaba un sorprendente parecido al del antiguo Niche, con opciones familiares como el Bisque de Habichuelas Cannellini, con el que comenzamos con entusiasmo. Cubierto con una emulsión de trufa y servido con tostadas caribeñas caseras, superó nuestras expectativas. La delicia de la suave sopa de habichuelas blancas permaneció igual de impresionante que en mi memoria de ese plato. Sin embargo, lo que realmente me intrigó del menú fueron las nuevas incorporaciones que ofrecen un toque puertorriqueño.
Para nuestros entrantes, probamos el Tartar de Atún Ahi, con chalotes, piñones, albahaca y salsa de miel tailandesa sobre ensalada de algas. Acompañado de un alioli de algas tostadas y tostones de pana crujientes, estaba fresco pero se quedó un poco corto en sabor, necesitando una presencia más fuerte de la salsa de miel tailandesa o quizás del alioli de algas.
El Foie Gras, servido con cebollas caramelizadas dulces, semillas de mostaza encurtidas y pan brioche, fue una revelación. El foie gras estaba impecablemente rico, tierno y complementado por las cebollas dulces y las semillas de mostaza picante. Sin embargo, las rebanadas de brioche resultaron ser un desacierto: lánguidas, frías, restándole brillo a la excelencia del plato.
Pasando a los platos principales, el mofongo de camarones fue una joya inesperada, ya que este plato no suele encontrarse en un restaurante de alta cocina. Esta es una de las nuevas incorporaciones al menú que el Chef Carlos ha añadido. El mofongo suave y lleno de ajo se emparejó maravillosamente con camarones perfectamente sazonados bañados en una compleja salsa de sambuca, tomates y chalotes.
Otro plato interesante fue la Pasta de Vieiras, con una generosa porción de sobre pasta mafalde con hongos silvestres y salsa de bechamel de pesto. Mostró una mezcla de sabores, con la vivacidad del pesto cortando la riqueza de la salsa de bechamel. Finalmente, probamos el Osso Bucco de Ternera, servido sobre polenta cremosa y cubierto con una salsa vierge. Este plato exudaba una simplicidad encantadora que permitía que la ternera brillara a través de la armoniosa combinación de texturas y sabores.
Para el postre, nos deleitamos con el tembleque, un tradicional pudín de coco puertorriqueño. Aunque las expectativas eran altas, el postre no logró estar a la altura. La consistencia resultó más densa de lo esperado, careciendo del característico temblor que le da su nombre.
En conclusión, el renacimiento de Niche merece reconocimiento, otorgándole una calificación de 4 de 5 coronas. Aunque algunas pequeñas irregularidades empañaron la experiencia, está claro que el restaurante está encontrando su rumbo una vez más. El regreso de un establecimiento tan pequeño después de la pandemia es un signo esperanzador para la escena culinaria en Puerto Rico, y espero con ansias el emocionante futuro que aguarda a Niche. Definitivamente regresaremos.
