
En el corazón de Polanco, el exclusivo vecindario de la Ciudad de México, emerge Aúna como la última incorporación a la escena culinaria, invitando a los comensales a embarcarse en un viaje de sabor e innovación. Aquellos de ustedes que solo están familiarizados con la comida mexicana estilo tejano (texmex) deben prepararse mentalmente para experimentar algo radicalmente distinto y muchísimo más sofisticado.
Cuando entramos en este paraíso gastronómico un viernes en la noche, nos impactó de inmediato su atractivo concepto: una cautivadora cocina abierta en un ambiente al aire libre donde la sinfonía de la cocina se despliega ante tus ojos. El nombre “Aúna”, derivado de la palabra “aunar”, que significa unir o converger, encapsula perfectamente el espíritu de esta joya culinaria. Con solo dos meses de funcionamiento, Aúna ya se ha ganado un nicho destacado, prometiendo una experiencia culinaria memorable.
La elegancia arquitectónica del restaurante fusiona sin problemas con la modernidad y la sofisticación. El interior emana un encanto minimalista, con líneas elegantes e impecables elecciones de diseño que crean un ambiente acogedor. Curiosamente, Aúna comparte su experiencia culinaria con su cafetería hermana al lado, que lleva el mismo nombre y comparte una cocina. La cafetería ofrece una experiencia de comida más informal de 8 a. m. a 8 p. m., lo que es un testimonio de la versatilidad de las ofertas culinarias de Aúna.
El servicio muy meticuloso, a veces roza en ser excesivamente atento, pero refleja el compromiso del establecimiento de brindar un servicio de primera clase. Esta voluntad de complacer, sospechamos, proviene de la novedad de Aúna y su dedicación ardiente a satisfacer al cliente.
Nuestro viaje comenzó con una sorprendente variedad de entradas que mostraron la destreza creativa de Aúna. Las Ostras con una vinagreta de cítricos y aceite de cebolla verde nos transportaron a un viaje de sabores. Estas jugosas ostras californianas, con su equilibrio de salinidad, estaban coronadas con delicados pétalos de caléndula, que aportaban complejidad y un toque picante. La vinagreta de cítricos infusionada con jengibre fue simplemente espectacular.
Aguachile de callo, que recuerda a un ceviche de vieira, presentaba kale crujiente y ligeramente frito, con una salsa elaborada a partir de nopal, pepino, alga nori y mayonesa de semillas de calabaza. Este plato logró la notable hazaña de ser ligero, delicado y complejo al mismo tiempo, un testimonio de la destreza del chef.
Sin embargo, fueron las flores de calabaza fritas las que robaron nuestros corazones. Rellenas de una encantadora combinación de queso local y champiñones sazonados con epazote, una hierba culinaria aromática, se sirvieron con chutney de guayaba y salsa macha. Esta salsa originaria de Veracruz, México es ligeramente picante y se elabora con una variedad de chiles secos, nueces y aceite. La infusión de guayaba aportó un toque único e inolvidable a este destacado plato.
Mientras que las entradas nos dejaron emocionados, los platos principales nos dejaron con impresiones mixtas. El Costillar de Res Guisado estaba adornado con cebollas caramelizadas y cubierto por una salsa elaborada con ciruelas y jitomate, un tomate silvestre dulce de Oaxaca. En general, este plato presentó una dicotomía, con algunas partes de la carne estando secas, mientras que las secciones que contenían más grasa eran divinas. El sazonamiento, sin embargo, fue impecable. La inclusión de tortillas para hacer tacos y un lado de salsa habanera fue un acompañamiento delicioso, aunque fue sorprendente que las tortillas se sirvieran frías.
También pedimos el Pollo Asado, preparado con cebolla, papas fingerling, salsa masala y tzatziki. La recomendación entusiasta del personal de servicio nos convenció de probarlo. Nos dijeron que se prepara de manera similar al pato Pekín, con la piel separada para que quede crujiente, secada al aire durante 24 horas y luego asada durante 40 minutos. Si bien la piel crujiente cumplió su promesa, el pollo en sí no logró impresionar en términos de sabor. El sabor seguía siendo esquivo y las salsas no añadieron el factor “wow” que esperábamos.
Sin embargo, la verdadera estrella de la noche fue el postre: un flan caramelizado de maracuyá que tenía una consistencia similar a la del crème brûlée pero supera con creces su sabor y complejidad. Acompañado de una galleta sándwich, incrustada con delicadas flores, este postre fue una absoluta revelación. La galleta de vainilla ocultaba un relleno intrigante hecho con xoconostle, una fruta de cactus agria similar a una pera espinosa. Triturar la galleta y saborearla con el flan de maracuyá fue una experiencia espectacular que no debe perderse.
Aúna cuenta con una lista de vinos modesta pero satisfactoria, y la recomendación de nuestro servidor de un encantador champán rosado complementó a la perfección nuestros aperitivos. Luego nos aventuramos en el mundo del vino mexicano con un Cabernet Sauvignon de Casa Anza, una combinación que armonizó maravillosamente con nuestros platos principales.
Si bien se pueden necesitar ajustes menores en algunos aspectos, no se puede negar el compromiso de Aúna de unir diversos elementos para crear momentos culinarios inolvidables. No hay duda de que Aúna continuará aunando y evolucionando bajo la guía del Chef-Propietario Jorge Vallejo, famoso por uno de los mejores restaurantes del mundo, Quintonil. Al final, Aúna ejemplifica la esencia de su nombre, invitando a los comensales a unirse en la celebración de la destreza culinaria. Le doy a Aúna 4 de 5 coronas.
Detalles: Auná, Anatole France 139 Polanco Polanco III Secc Miguel Hidalgo, 11540 Ciudad de México, CDMX. 55 9237 5157
Tipo de Comida: Mexicana contemporánea
Horario: Martes–Sábado 1:30pm – 11:00pm Domingo 1:30pm – 5:00pm.
Reservaciones: Recomendadas a través de Open Table
Precios: $$$ = Generalmente entre $20 y $45
Nivel de Ruido: Mínimo = Se puede conversar sin problemas
Estacionamiento: Lote cerca
